El Refugio Saharaui con Ojos de Mujer
Como ejercicio de solidaridad y humanidad, os invito a poneros en la piel de todas las mujeres y niñas saharauis que viven desde hace más de 43 años refugiadas y olvidadas en la hamada argelina (la zona más inhóspita y hostil del inmenso desierto del Sáhara) donde el verano ya nos ha alcanzado y nos azota con unas temperaturas de 50 grados la mayor parte del día.
Imaginad lo que implica vivir en un lugar donde el tejido productivo es mínimo y ocupado en gran parte por hombres, donde no hay agua, y la poca que llega a los hogares es de muy mala calidad, donde moverse de un lado a otro implica un reto constante si no tienes vehículo propio. Ahora pensad que hay un pueblo que vive por completo de la solidaridad internacional (que parece que también se está empezando a olvidar del pueblo saharaui) y que los pocos alimentos que llegan no cumplen la necesidad nutricional de las familias.
Entre arena, sirocco (el viento del desierto) y muchas necesidades, las mujeres se encargan de absolutamente todos lo trabajos de cuidado, eternamente invisibilizados pero imprescindibles para el funcionamiento de los campamentos. Son el sostén de una sociedad con esperanza, pero sin demasiadas alternativas. Ellas cocinan, limpian, cambian pañales, curan las heridas de los pies descalzos, recogen la canasta básica de alimentos, van a buscar el gas y lo arrastran por la blanda arena hasta sus jaimas (casas tradicionales de lona), sirven a sus maridos, cuidan a sus padres, asisten a charlas de salud, averiguan qué día toca la vacunación, acompañan a las visitas médicas, cosen las jaimas, ponen a dormir a los bebés, alimentan a las cabras (cuya dieta es a base de restos de comida y cartón y basura que encuentran por ahí), pero además, ayudan a sus primas, amigas, tías, vecinas a preparar los eventos sociales (bodas, ceremonia del nombre..), acogen a cualquiera que pase por sus casas y les sirven té y comida sea la hora que sea, y un largo etc. que no termina aquí. Es agotador con solo leerlo, imaginad ahora que, además, muchas de ella intentan, en la mediada en que se les permite, compatibilizar todo esto con un trabajo fuera de su casa, porque muchas mujeres saharauis son profesionales que quieren sentirse realizadas laboralmente, pero les supone un reto constante lograrlo.
Sin embargo, lo más maravilloso de ellas es que siempre tienen una sonrisa que ofrecer. Es cierto que muchas veces esconde cansancio y frustración, pero ilumina su rostro y su lucha constante por visibilizarlas y ocupar el lugar que les corresponde en el refugio y en la lucha saharaui por el retorno a su tierra robada. Mujeres maravillosas, mujeres fuertes y valientes. Mujeres saharauis.
Articulo escrito por Noelia Cobo, EU Aid Volunteer en campamento de Refugiados Saharauis.