La violencia de género que se esconde tras los embarazos en adolescentes
Hace casi un mes que estoy en Cobija, la ciudad que es capital del departamento de Pando, al norte del país, en la región amazónica y frontera con Brasil. Una ciudad llena de motos, que al menos debe alcanzar el 80% de los vehículos de la ciudad. Aquí no se estila usar casco, en contraste con las ciudades brasileñas vecinas, Brasilea y Epitazolandia, donde es de uso obligatorio. Cruzar la frontera es algo habitual, incluso para comprar alimentos. La diferencia de precios ha dado lugar a que en Cobija no haya grandes supermercados. La gente va a hacer la compra a los municipios del país vecino. Así que en el paso fronterizo hay lugares donde se alquilan cascos de moto para que la población boliviana pueda acatar la normativa brasileña cuando cruza la frontera.
No es en lo único donde existe una cultura de falta de prevención. La cifra de embarazos en adolescentes es alarmante y no solo en Cobija, sino en todo el país. Bolivia es el país de toda Latinoamérica con mayor proporción de embarazos adolescentes. Según datos del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), en 2013 se registraron 90 mil embarazos en adolescentes, es decir, 246 por día, 10 por hora. Se calcula que al menos el 70% de estos embarazos no fueron planificados.
El gobierno central ha tomado medidas, como programas de educación sexual para adolescentes, tratando de reforzar su conocimiento sobre métodos anticonceptivos y planificación familiar, así como el acceso a estos métodos. Médicos del Mundo está apoyándole en esta labor.
Pero a lo que no parece estarse poniendo suficiente énfasis es a la violencia de género que hay tras muchos de estos embarazos tempranos no planificados. Una investigación realizada en Pando por el Ministerio de Autonomías revelaba que el 80% de los progenitores eran mayores de edad. De éstos, un 23% tenía más de 25 años, algunos hasta 40. Frente a ellos, el 55% de las madres adolescentes tenía entre 13 y 16 años.
La diferencia de edad es un reflejo de la desigualdad de poder en las relaciones, que coloca a las adolescentes en una clara situación de desventaja a la hora de negociar el uso de métodos anticonceptivos y decidir sobre su cuerpo y su sexualidad. Ese mismo estudio indica que el 49% de los progenitores rechazó el embarazo o abandonó a la adolescente embarazada.
Estos datos no muestran la gran cantidad de agresiones sexuales que se dan y que tienen lugar mayoritariamente en ámbitos de confianza, como el hogar. Hace falta una investigación en profundidad sobre las violaciones perpetradas por familiares.
Está bien que haya programas de embarazo en adolescente que traten de incrementar el conocimiento y el acceso a métodos anticonceptivos, pero parece importante trabajar también por la equidad de género y el empoderamiento de las adolescentes para que puedan apropiarse de sus cuerpos, de su sexualidad y de sus decisiones, para que sean más libres y puedan hacer valer sus opiniones. Para que nadie determine su futuro.
Del mismo modo, para desmontar los mecanismos de violencia de género contra ellas, también hay que trabajar con los adolescentes para que puedan analizar y cuestionar los roles y estereotipos asociados al género masculino y desnormalizar las relaciones de chicas menores de edad con hombres adultos, el incesto y la paternidad irresponsable.
Artículo escrito por Begoña Orozco, EU Aid Volunteer en Bolivia.