Viajera entre migrantes
Durante mis meses de voluntariado en Médicos del Mundo en la región mesoamericana, he tenido la gran oportunidad de ser testigo directo del fenómeno de las “Caravanas de personas migrantes centroamericanas”. Digo que ha sido una gran oportunidad, porqué, a pesar de lo complicado y a veces retador que es comprender y ver de cerca un fenómeno que esconde tanto sufrimiento y tantas travesías, de verdad ha sido de las experiencias más formativas y enriquecedoras de mi vida.
Las caravanas de migrantes son grupos integrados por miles de personas centroamericanas que, a partir de octubre del año pasado, se organizaron para salir de sus países de origen, especialmente Honduras, y emprender de forma colectiva el camino hacia los Estados Unidos. Su necesidad de huir está relacionada con las condiciones de violencia, exclusión y despojo vigentes en sus países de origen. Por otro lado, la necesidad de organizarse nace de la voluntad de romper el patrón migratorio convencional de movilidad humana dispersa e invisible, individual o en pequeños grupos, transmutándolo a una forma colectiva y pública que permite a las personas enfrentar en unidad los múltiples obstáculos de las políticas migratorias y los riesgos de terminar atrapados en redes de trafico de personas.
La primera vez que escuché hablar de este fenómeno, tenía relativamente poco tiempo en Médicos del Mundo, así que no pude hacer mucho más que oír los testimonios de las y los compañeros que trabajaron, en los distintos puntos de paso de las caravanas, para dar atención directa en salud a las y los migrantes.
Sin embargo, en enero-febrero de este año, cuando se dio una segunda “oleada” de caravanas, tuve la oportunidad de involucrarme más de cerca en las actividades de atención y monitoreo. Especialmente, junto con algunas compañeras y compañeros, impulsamos un proceso de documentación de aspectos cualitativos de este fenómeno.
Todo empezó la primera noche en que las y los migrantes llegaron a Ciudad de Guatemala. En esa ocasión, pude acompañar al equipo de Médicos del Mundo encargado de prestar atención en salud en la Casa del Migrante. Fue una noche muy larga: las personas siguieron afluyendo al albergue durante muchas horas; la mayoría de ellas estaban sumamente cansadas de tantos kilómetros de camino, al punto que solo buscaban acomodarse en el dormitorio común junto con sus familiares y descansar. Había gran cantidad de niñas y niños, algunos de ellos de tan solo pocos meses. Muchos tenían enfermedades, previas o ocasionadas por el frío inesperado que hacia en Guatemala. Llovía y hacía viento.
Lo que me había movido a estar allí en Casa del Migrante esa noche era la curiosidad de estar, de comprender, y de reportar lo observado. Con una compañera, tuvimos la idea de llevar una cámara para poder grabar imágenes, vídeos y entrevistas. Sin embargo, desde el momento que empecé a platicar con algunas personas, me di cuenta de que, esa noche, nada de eso iba a pasar.
Fue una noche de pocas palabras, muchas imágenes y varias miradas, que siempre se van a quedar grabadas en mi memoria. Es difícil dar cuenta de aspectos tan subjetivos como la forma en la que ciertas experiencias nos atraviesan a partir del contacto humano que se establece con quienes nos rodean. Como unas personas que estaban – literalmente – de paso, pudieron quedarse tan marcadas en mi forma de entender un fenómeno complejo como la migración en Centroamérica.
Esa primera noche pasada a conversar con las y los migrantes de las caravanas me dejó llena de dudas, de preguntas y con la sensación que siempre se tiene cuando se empieza a entender algo de verdad: la sensación de no estar entendiendo nada. Creo que es por noches como esa que valoro y la vez cuestiono mi estilo de vida, especialmente la necesidad de estar, comprender y reportar situaciones aparentemente tan lejanas de mí. Como una viajera, descubriendo un mundo de migrantes.
Por noches como esas es que también realizo, una vez más, como la migración sea un fenómeno capaz de desnudarnos como seres humanos y ponernos en el lugar de decidir: si asumimos el reto de ver verdaderamente al otro como ser humano, con su vulnerabilidad, su fuerza y sus derechos, o si nos conformamos con una visión que pretende dividirnos entre seres “legales o ilegales”, “regulares o irregulares”, “deseables o indeseables”.
Viajeros o migrantes.
P.D. De la experiencia de atención de la caravana de migrantes centroamericanos, finalmente, surgió un vídeo que trata de recoger los testimonios y las voces de algunas de las personas con quienes algunas personas del equipo de Médicos del Mundo nos hemos encontrado en varios puntos de paso.
Creo firmemente que hay que tener orgullo en saber mostrarnos vulnerables, así como en entender y abrazar la vulnerabilidad del otro. Si la sociedad nos ha formado para ser competentes y sobresalir, tomemos orgullo en ser empáticos, amables, sensibles y tiernos.
Blog escrito por nuestra voluntaria en Guatemala, Giulia Signori.